Gustos en vida
Un sábado de tono invernal fue el recreo perfecto para agarrar la Ruta Nacional n°9 y asistir al Galpón del Flaco en la Villa Ramallo natal del último gran ídolo del automovilismo argentino.
Mas allá de la postergación forzada que nos generó la Pandemia, la decisión estaba tomada. Solo y por si fuera poco, era cuestión de combinar día y horario con los acompañantes y concretar la reserva que cada fecha invariablemente tracciona alta demanda.
En un principio estaba en carpeta ( y aun se conserva) la visita con fines netamente periodísticos por afuera de las tradicionales convocatorias al publico en general, en convivencia plena con el deseo de ir como uno mas, despojado de anotadores, cámaras y despliegue mínimo indispensable como para acercarles un contenido acorde a sus expectativas.
Fue así nomás que publicada la fecha el canal de Facebook, comenzaron los mensajes cruzados de whatsapp entre amigos, conocidos, fierreros y grupos heterogéneos para ver “Quien se prendía”.
Es por ello que decidimos salir una mañana temprano hacia Ramallo con la mejor de las expectativas a pasar un buen rato. Todo comenzó puntual. Con absoluta tranquilidad y organización se fueron acercando las decenas de personas que llegaron desde diferentes puntos del país.
La calida bienvenida en el quincho de Juan María, posterior lugar de almuerzo, por parte de su actual mujer y amigos nos indicaba como iba a ser la hoja de ruta durante ese puñado de horas.
La recorrida por los autos, en buen estado de originalidad, con la narración histórica de cada uno de ellos nos sumergía directamente a lo vivido en algún momento de los extensos y exitosísimos 35 años de actividad de Traverso.
Muchos de ellos exhibidos en perfecto estado de conservación, muchos de ellos recuperados de manera atípica, y otros tanto en estado de restauración refuerzan la oferta automovilística.
Superada la generosa recorrida del galpón y hangar aledaño, la mejor promesa cumplida se ejecuta cuando Juan María Traverso aparece en la fiesta promediando la comida para abrir el juego abierto de preguntas y respuestas.
“El casco del campo cuando vino mi abuelo no había nada, ni siquiera la vías del tren. La estancia la terminé recuperando en un remate hace mas de 30 años”
Acto seguido como si fuese un “casamiento familiar” el protagonista recorre mesa por mesa para charlar con cada uno de sus fanáticos directos e indirectos, entendiéndose a estos últimos como las esposas, novias, hijos y amigos acompañantes de los seguidores #1.
“Durante mi carrera un poco los descuidé a todos ustedes al no darle el tiempo y la dedicación que se merecían porque la actividad me hacia enfocarme en otras cosas para poder ser lo más competitivo posible. Un poco la idea de este espacio es devolverles un lugar para que pasen un buen momento, rodeado de todos los autos, trofeos, objetos y personas que me acompañaron a lo largo de tantos años”, enfatiza JMT.
Bajo ese ámbito se fue desarrollando la tarde, de modo íntimo, con felicidad, respeto y algarabía, con la satisfacción de tachar uno más de los pendientes, sueños no dormidos o como quieran llamarle. Momentos que trascienden a la persona en cuestión y su peso propio, que vaya si el Flaco Traverso lo tiene.
La idea cumplida con creces, era rutear un rato esquivando a la ciudad de la furia, para luego era pasar un buen momento postergado por lo antes mencionado. Que ni bien emprendido el regreso prometimos volver, sea como fecha convocada o para hacer una nota con tinte periodístico. Eso pasa a un segundo plano, mismo si volveremos a ser 2 o superar la media docena tal si todos los potenciales soberanos ratifican el SI. Veremos cual será la excusa formal.
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