La Estanciera – Gaucha en el campo, caballera en la ciudad
Luego del lanzamiento del Jeep, su primer vehículo fabricado en el país, los planes originales de Industrias Kaiser Argentina (IKA) para 1957 contemplaban la producción del automóvil de turismo Kaiser Manhattan, conocido tiempo después como Kaiser Carabela. Sin embargo, y por pedido del Gobierno Nacional, su lanzamiento fue postergado sosteniéndose que el proceso de recuperación de la economía nacional demandaba la fabricación de vehículos utilitarios que urgentemente reclamaban los sectores agrarios y mineros. Por tal motivo IKA decidió dar comienzo al programa de producción de la camioneta rural de seis cilindros Willys Station Wagon, rebautizada aquí como Estanciera.
La presentación comercial se realizó el 2 de mayo de 1957 en el Centro de Entrenamiento Técnico que IKA poseía en la Ciudad de Buenos Aires. El nuevo modelo que Industrias Kaiser Argentina ponía a disposición del público venía a ocupar un espacio vacío destinado a satisfacer necesidades de uso tanto en el ámbito rural como urbano, así claramente lo reflejaba la frase publicitaria que acompañaba su lanzamiento comercial: “Un vehículo gaucho en el campo y caballero en la ciudad”.
La Estanciera fue el primer producto de la fábrica totalmente carrozado. Su trocha delantera y trasera de 1447 mm y su despeje de 203 mm lo hacían apto para los caminos de huella, tan comunes por entonces, y también hoy, en el territorio nacional.
Con un largo máximo de 4476 milímetros y una altura de casi dos metros (1917 mm), ofrecía un interior amplio con capacidad para siete pasajeros y un espacio de carga ampliable mediante la remoción de los asientos, lo cual permitía transformar el vehículo en un furgón con capacidad de carga de hasta 500 kilos. El piso de la sección delantera estaba cubierto de goma, mientras que el espacio de carga disponía de listones de madera. Los asientos estaban forrados en cuero color gris y el techo estaba tapizado en plástico de polivinilo del mismo color. El volumen de carga perdía un espacio importante con la rueda de auxilio, dispuesta en forma vertical sobre el lateral derecho, en una forma poco funcional y anti estética que interfería con buena parte de la visibilidad de la última ventana del lateral.
El carácter práctico se mostraba en los detalles funcionales. Su amplio portón trasero se dividía en dos paños. El superior incluía la luneta de dos piezas y se articulaba en el techo, mientras que el inferior, abisagrado en su base, se plegaba hasta ras del suelo facilitándose las operaciones de carga y descarga.
Al tratarse de un utilitario, su equipamiento estaba resumido a lo esencial. El tablero de instrumentos disponía de testigos luminosos de presión de aceite y carga del generador. El velocímetro estaba dispuesto en el centro del panel central, e incluía indicadores de nivel de combustible, temperatura de agua y cuenta kilómetros.
El lanzamiento de la Estanciera implicó también el debut del propulsor Continental 6 L-226 de seis cilindros en línea, 3771 cc de desplazamiento y 115 hp de potencia a 3.800 rpm. Si bien se trataba de un motor confiable, su viejo diseño con válvulas laterales lo hacía anticuado, con un bajo rendimiento especifico y elevado consumo de combustible estimado en 20 litros cada 138 kilómetros (6,9 km/litro a 80 km/h).
La transmisión era con caja de tres velocidades, con segunda y tercera sincronizada y embrague monodisco seco de 235 milímetros de diámetro. Opcionalmente, se podía solicitar con tracción en las cuatro ruedas.
Según comentara el propio James McCloud, presidente de IKA, años más tarde, la Estanciera significó el verdadero despegue de ventas para la fábrica de Santa Isabel. El 19 de septiembre de 1957, pocos meses después de su presentación, una Estanciera se convirtió en la unidad IKA nº 10.000.
En 1959, a sólo dos años del lanzamiento, su producción representaba la mitad del total fabricado por la empresa. La línea fue ampliada en diciembre de ese año con la introducción de la versión furgón. Este modelo presentaba características similares a la rural, pero con la caja trasera sin ventanillas, la cual disponía de un volumen de 3,2 metros cúbicos. El acceso de la carga se facilitaba con dos puertas verticales articuladas en los laterales. Pensado como vehículo de reparto, estaba destinado a ser empleado en la industria, el campo y el comercio. Ofrecía una capacidad de carga de 500 kilos y opcionalmente podía solicitarse con tracción en las cuatro ruedas.
La Estanciera se mantuvo sin grandes novedades hasta 1965, año en que IKA comenzó a producir el nuevo motor Tornado, destinado originalmente a equipar la nueva línea Rambler. El nuevo propulsor traía como principal novedad la disposición del árbol de levas a la cabeza y cámara de combustión de tipo esferoidal, configuración que permitía aumentar el rango de potencia y al mismo tiempo reducir el consumo de combustible, dos ítems en los que el motor anterior presentaba grandes desventajas. Una variante de este motor, el Tornado Special (OHC 181), como fue denominada la versión que se incorporó a la Estanciera, tenía una cilindrada de 2960 cc, una relación de compresión de 7,65:1 y una potencia de 115 HP a 4.200 rpm. El Special redujo el consumo, incrementó la velocidad final y redujo el ruido y las vibraciones. Otro cambio importante llegó con la introducción de la suspensión delantera independiente con paralelogramo deformable, elástico transversal y amortiguadores hidráulicos telescópicos de doble efecto, novedad que significó una mejora en el confort de marcha y estabilidad direccional del vehículo. El sistema estaba inspirado en el aplicado en el mediano Kaiser Bergantín.
Por su parte, un restyling menor fue presentado en 1966 cuando se incorporó una nueva trompa derivada de la versión brasileña producida por Willys Overland Brasil (WOB) que incorporaba una renovada parrilla que remplazaba a la típica de barras verticales. Estos cambios se sumaron a los efectuados anteriormente como el nuevo parabrisas curvo de una sola pieza y luneta trasera enteriza.
La Estanciera marcó un hito en la historia de IKA y dejó una huella en la memoria de generaciones de argentinos como un vehículo noble y confiable. Su producción se mantuvo hasta 1970, alcanzándose un total de 71.030 unidades.