Que no te la vendan cambiada
Que no te la vendan cambiada. No se es mejor o peor porque esté en manos del estado o esté en manos privadas. Es una buena medida, pero no es imprescindible, tampoco necesaria, ¿cambia algo? Sí, un poco. Pero en lo que no puedes confundirte es en el cuento de que lo estatal es mejor que lo privado, o que lo privado es mejor que lo estatal, porque tanto lo estatal como lo privado están hechos por hombres y mujeres, y los buenos hombres y mujeres están en el ámbito público como en el privado.
No se trata de copiar modelos, porque alguien por ahí dice, y he escuchado declaraciones de todo tipo y de todo color, poniendo ejemplos como Estados Unidos o algunos países de Europa, supuestamente del mundo desarrollado, a pesar de la grave crisis en la que están viviendo.
Uno puede decir que tienen toda la razón del mundo, salvo que copiar ese modelo en Argentina es casi imposible, porque hay un pequeño detalle que se está escapando. Si ponemos el caso de los Estados Unidos, hace mucho más de doscientos años, desde 1776, que los tipos tienen el mismo sistema económico y que tienen siempre la misma moneda, a diferencia de los países de América Latina.
¿Qué se puede contar, hablando de Argentina? Si uno ya cruzó la barrera de los cincuenta, se puede acordar de la gran cantidad de ceros que se le han sacado a nuestros billetes, y de las distintas denominaciones que hemos tenido. A esa cuestión debe sumarse la cosa más kafkiana que haya planteado cualquier economía del mundo: el Lecop, el Patacón, el Bocón, nombres de toda índole donde de golpe sucedía que ibas a Mendoza, incluso por una necesidad imperiosa como puede ser una desgracia familiar, y no te recibían patacones, solamente recibían bonos mendocinos o bonos federales; y eso pasó sólo en la Argentina. No hay otro país del mundo, desde que tengo uso de razón, que haya inventado una serie incontable de pseudomonedas, como pasó en Argentina.
Y si hacemos un poquito de memoria, esos bonos fueron producto de gobiernos peronistas provinciales, en su gran mayoría, responsable en gran parte de la crisis en la que desembocó la Argentina en diciembre de 2001.
Por eso me permito repetir: Que no te la cuenten cambiada. Este no es un problema de manos estatales o manos privadas, la verdad es una sola y son las reglas del juego. Y en esto, con ciertas reservas, va a haber que darles la razón a los españoles o a los franceses o a los alemanes, o a los norteamericanos o a cualquier hijo de buen vecino que quiera venir a invertir en la Argentina, ¿conviene o no conviene? Y yo les digo no, hoy por hoy no conviene invertir en la Argentina y alguien podrá decir: ¡Mirá lo que está diciendo este antipatriota !
Pongamos un ejemplo: RazonEs de SER tiene un convenio publicitario, con determinadas condiciones, firmado con el municipio de Morón para otorgar un servicio. Se le brinda un servicio al municipio de Morón, donde uno se compromete a cumplir con la prestación de un determinado servicio y para ello recibe una orden de compra debidamente firmada por la autoridad responsable y que es aceptada por el medio de comunicación, donde, supongamos, en un lapso de seis meses se comprometen ambas partes a cumplir determinadas características.
Si RazonEs de SER no cumple, el municipio con todo el derecho puede rescindir unilateralmente pero porque está establecido que si una de las dos partes no cumple, la rescisión puede ser automática. Pero en el caso de que el municipio no cumpla, el medio puede demandar al municipio por incumplimiento de pago, por querer pagar menos de lo que estaba pautado o cualquier otro incumplimiento. Pues, bien, la situación te va brindando inseguridad.
¿Qué quiero decir con esto? Que cuando te vuelven a llamar para firmar una nueva pauta o un nuevo acuerdo comercial, uno va desconfiando, ya no se va con la misma confianza.
Con un país es igual. Eso es lo que está pasando con Argentina hoy. ¿Quién, en su sano juicio de empresario serio –salvo que venga con un mercado especulativo de tres meses- va a venir a invertir a mediano y largo plazo si nunca se sabe cuáles son las reglas del juego?
Lo que nos diferencia de los demás, y por eso digo que no te la vendan cambiada, es que uno va a los Estados Unidos y, hace doscientos años –salvo una pequeña modificación obviamente legal por los tiempos que corren- más o menos las reglas del juego son las mismas. En Alemania, con sus más y con sus menos, las reglas son las mismas, y cuando se firma algo a veinte años, casi con seguridad es porque durante esos veinte años va a ser así.
En la República Argentina, llevamos casi 30 años de vida institucional, porque para hablar de democracia todavía nos falta mucho camino por recorrer. Sin embargo, ¿querés que te diga cuántas veces cambiamos las reglas del juego de YPF? ¿Cuántas veces se cambiaron las reglas del juego de Aerolíneas Argentinas? ¿Cuántas se cambiaron las del gas o las del suministro de energía eléctrica?… No menos de seis, porque vino Raúl Alfonsín e hizo lo suyo, detrás de Alfonsín vino Carlos Saúl Menem y ya se sabe lo que pasó… Estamos pagando hoy las consecuencias. Después fue el turno de Fernando de la Rúa y volvió a cambiar las reglas. En medio de la crisis más feroz, llegó Eduardo Duhalde y dijo: no, así como lo hizo la Alianza no, esto hay que hacerlo de tal manera, y volvimos a cambiar. En el 2003 fue el turno de Néstor Kirchner y dijo: no, todo lo que hicieron los otros nada que ver, hay que hacerlo de otra manera.
Cuatro años después llegó Cristina Fernández –que siempre tuvo más poder que Néstor y que tiene más capacidad de mando y de gobierno que él- y dijo: algunas cosas que implementó Néstor también las voy a cambiar.
Seis gobiernos, seis cambios. Eso es no tener política de Estado. Y no estoy diciendo que Estados Unidos es el país más maravilloso del mundo y que si vamos todos a vivir a Estados Unidos lo vamos a pasar bárbaro, porque no es cierto. Los que viven del Río Bravo para abajo y van a intentar suerte es USA, la pasan re mal, salvo que uno vaya con mucho dinero, obviamente. El problema es que cuando se va allá, se tiene claro a qué se va.
Y por eso también estamos llegando al hartazgo de que, cada vez que se hace un anuncio, se monta una obra de teatro. La política grande, la política en serio, no necesita de un teatro, necesita de un conductor –o una conductora en este caso- que la tenemos, porque no dejo de reconocer que tenemos conducción del país.
Si hay algo que aplaudir de la administración de Cristina Fernández, más que de la de Néstor, es que la agenda la impone la política, no la imponen los diarios.
Hasta hace cuatro años la agenda la marcaban los diarios con Néstor y todo en el gobierno. Salía Clarín y el tema era lo que decía Clarín o La Nación, hoy no. Hoy Clarín y La Nación ponen lo que dice el gobierno y está muy bien, eso es excelente, es lo mejor que le puede pasar a un país, que la agenda la marquen los políticos, no los medios de comunicación, pero eso no quiere decir que estamos en el mejor de los mundos.
Por eso digo, que no hay que equivocarse, que no te la vendan cambiada. No hay que comer el primer caramelo que te ponen sobre la mesa.
El gran inconveniente que tenemos en la República Argentina se llama inseguridad jurídica. El gran problema no es la inseguridad en la calle, que es otro cuento de los medios también, porque está exacerbada. El gran problema de la inseguridad en Argentina no pasa por los pibes chorros, sino por la inseguridad jurídica, el no saber cuáles van a ser las reglas del juego que se van a tener dentro de dos meses, porque un día se levantó el señor Guillermo Moreno, encabronado o con alguna copa de más y dijo: se acabó la importación de tal o cual insumo o producto… O porque Cristina un día está enojada porque algún presidente la maltrató o no la trató como ella esperaba y entonces sale y dice, a partir de ahora tal cosa.
No se puede jugar a la política. A la política se la ejerce con seriedad, con madurez, con adultez y sobre todo con garantías.
Un país que no da garantías, es un país que retrocede.