La fuerza de un sueño
La ilusión de dos hermanos y el apoyo de toda una familia, fue el motor que convirtió en realidad el deseo del museo propio. En un edificio histórico de la Ciudad de La Plata, se recrea el ambiente ideal para albergar la “Colección Rau”, en un marco donde el tiempo se niega a fluir y las vivencias y costumbres de una sociedad añejada parecieran renacer.
Cuando pensamos en La Plata inmediatamente nos llegan las imágenes de su impactante catedral de estilo neogótico, del Pasaje Dardo Rocha, del Palacio Municipal, de la Casa Curuchet, diseñada por el arquitecto suizo Le Corbousier, del Paseo del Bosque y de la impecable y racional diagramación de su trama urbana.
Los futboleros pueden asociarla a la centenaria rivalidad entre “pinchas” y “triperos”, que parte por mitades a la ciudad de las diagonales.
La Plata es, además, cuna de algunos de los más logrados y originales emprendimientos automotrices de las décadas de 1960 y 1970, como lo fueron el anfibio IPAM Leeds, el Andino GT y el Buggie Puelche del prolífico diseñador Luis Varela y el Iguana construido por Garbarini y diseñado por Abel Ceverio, platense por adopción.
Pero desde hace poco más de seis años, darse un paseo por la capital del primer Estado argentino sumó una nueva atracción, en particular para quienes tenemos un sentimiento especial por los autos históricos: el Museo del Automóvil “Colección Rau”.
Inaugurado el 4 de marzo de 2006, el museo es fruto de un sueño compartido por los hermanos Jorge y Cecilio Pablo Rau, quienes de niños ingresaron al universo de los autos en un viaje que sólo tuvo boleto de ida. El pasaje del mundo lúdico y de ficción al real, tangible y de escala mayor, no tardó en llegar. Así fue que con solo 18 y 20 años de edad, hicieron realidad el “Sueño motorizado” cuando adquirieron su primer automóvil, un Ford T de 1927.
Fue sólo el inicio. De ahí en más siguió una búsqueda incansable que, además de automóviles, incluyó accesorios, surtidores de combustible, carteles publicitarios de época, latas de lubricantes y demás objetos automovilísticos, los cuales poco a poco fueron dando origen a una colección que comenzó a poblar el fondo de la casa natal. Cuando se hizo evidente que el espacio había quedado chico para atesorar tanto “fierro viejo”, comenzó otra búsqueda, la de un lugar acorde adonde guardar y exponer lo que ya se había transformado virtualmente en un museo.
Y así fue que en el año 1984 compraron un edificio que, más allá del lugar físico y material, tenía un valor simbólico e historia propia, ya que había funcionado hasta 1906 como oratorio para los primeros habitantes de la zona. La antigua construcción, inaugurada en 1875, fue sometida a un largo proceso de restauración y acondicionamiento para su nueva función. Al mismo tiempo y sin perder la costumbre de aumentar la colección, se siguieron comprando automóviles tratando de no dejar pasar aquellas unidades consideradas “únicas”.
El museo cuenta con 450 m2, de los cuales 50 m2 están ocupados por un patio central totalmente vidriado. El salón expositor alberga un importante acervo de automóviles, motos, bicicletas, carteles enlozados, surtidores a manija y maniquíes que conforman un ambiente único que lo remonta a principio de siglo. En el patio, el aljibe, los maceteros, los adoquines, el desagüe del agua por medio de gárgolas, completan este espacio de relajación absoluta.
Otro espacio atractivo es el taller, donde se recrea un entorno de trabajo de principio de siglo. Fue armado con las herramientas del padre de los fundadores junto con el banco de trabajo y el tablero de prueba de electricidad.
Integran la colección 14 vehículos entre los que se destacan: Ford T Town-Car 1917 (Premiado como vehículo mejor conservado en Autoclásica 2011), Durant D6 1929, Ford A Roadster 1931, Fiat Topolino 1939, Heinkel 1960, Messerschmitt 1960 y otros tres Ford T (Runabout 1917, doble phaeton 1924 y sedán 1925). La última unidad incorporada es un Ford Crown Victoria 1955.
A este valioso parque pronto se le sumarán importantes piezas como un Renault de 1911, un Citroën C6 1930 (doble phaeton, siete asientos), un Peugeot 1917, un Chevrolet 1939 Turismo Carretera que corrió Esteban Sokol, un Cadillac Fleetwood 1960, un camioncito Ford T y un colectivo International de 1939. Todos ellos, actualmente en proceso de restauración.
Una de las gemas más valiosas es un monoposto para Fuerza Limitada, construido en Argentina de forma totalmente artesanal en 1942. Está equipado con un motor Chrysler 1927 de cuatro cilindros en línea. Su primer dueño y piloto fue Adolfo Ruiz, de la localidad de Buchardo, quien se estima que entre los años 1947 y 1948 participó con el número 192 en numerosas competencias de la mencionada categoría. También lo condujo en Fuerza Limitada el piloto Beco Salomone. El monoplaza compartió carreras junto a grandes pilotos como Osvaldo Juchet y el subcampeón de Fórmula Uno, José Froilán González.
Para restaurar los vehículos, todo el trabajo de investigación lo realiza Jorge Rau. Muchas piezas chicas las realiza él junto con su gran amigo Américo Di Carlo, un especialista en tornería y matricería. En algunos casos las partes se envían a otra ciudad o provincia en busca de la persona calificada en el tema. Por ejemplo, para restaurar el Renault 1911 se hizo la carrocería en madera por un ebanista en Rafaela y luego fue enviado a Longchamps, donde Luis Rodriguez Ribeiro se encargó del proceso de puesta en marcha.
El objetivo del museo es brindar a la sociedad objetos que demuestren la verdadera versión de nuestro pasado automovilístico. Son aquellas piezas auténticas que no pueden encontrarse en otros lugares y que fueron acomodadas para tal fin, una a una, en cada centímetro cuadrado de su suelo. En sus instalaciones se permite experimentar cualidades de objetos bellos, exóticos, primitivos y a veces nunca vistos. Otorga oportunidades de aprendizaje, estimula la imaginación y crea imágenes discutidas acerca del pasado de nuestra sociedad.
Uno de los puntos más fuertes radica en que los visitantes pueden aprender de una manera distinta, adquiriendo experiencias visuales más que las vivenciadas a través de libros.
Además de la especialidad de la casa, los autos históricos, el Museo del Automóvil “Colección Rau” ofrece una Tienda de Regalos donde pueden adquirirse tazas, remeras, llaveros, ceniceros, lapiceras y calcos, entre otros presentes. Recuerdos que llevan el logo del museo y de las más diversas marcas de automóviles.
Para reponer energías, luego de empacharnos con una histórica recorrida automovilística, nos espera el Bar-Cafetería “El Gran Premio”. Allí, café, gaseosa o trago mediante, podemos elegir de la Carta de Videos, algunos de los 50 títulos para poder disfrutar rodeado de un marco imponente y al mejor estilo “Pulpería” o “Almacén de Ramos Generales”.
El museo participa habitualmente en eventos y exposiciones de autos clásicos y antiguos. También lo hace en carreras de regularidad como las organizadas por la AAAS (Asociación Argentina de Automóviles Sport) y el Gran Premio Recoleta – Tigre.
A fines de noviembre de este año, el Consejo Deliberante de la Ciudad de La Plata declaró a Jorge Rau Ciudadano Destacado de la Cultura y al museo de Interés Turístico y Cultural. Un justo reconocimiento a este sueño concretado con gran esfuerzo personal y familiar.
Por Gustavo Feder, editor de Autohistoria
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